jueves, 24 de mayo de 2007

Parcelas en el Cielo.




Parcelas en el Cielo.


Al portal de la iglesia de un beato
mendigaba una anciana su miseria.
La gente endomingada, como en feria
presumía en alhajas y en boato.

Con su dádiva espléndida, al cepillo
del santo lo colmaban duro a duro,
mas nadie socorría en el apuro
a la vieja mendiga del portillo.

Existen en la vida los creyentes
que compran a su Gloria trozo a trozo
y con cómodos plazos indulgentes
que colman la medida de su gozo,
mas la vieja a pesar de su desvelo
aún no tiene parcelas en el Cielo.

Respuesta a Parcelas en en Cielo.
(alguien me dijo que la vieja sí iría al Cielo)

Puede que vaya al Cielo de cabeza
pero aquí es la miseria donde empieza,
y si ella no es culpable en su pobreza,
dime amiga:¿a quien la gente reza?.

Ése que así pretende en su riqueza
conseguir todo el Cielo de una pieza,
¿es quizás del creyente la certeza
de que sólo en su fe está la pureza?.

¿O es acaso tan frágil su destreza
que quiere con su hipócrita corteza
saber donde termina y donde empieza
del hombre su hidalguía y su nobleza.
Presumir no se puede de firmeza
cuando falta al rezante su entereza.

Soneto al despiste. Por un reto de Mary Carmen Guzmán.

Me retas a un soneto a tu despiste.
Pues bien, ante este reto estoy dispuesto,
aunque fácil sin duda me lo has puesto
cuando aportas la rima del alpiste.

Un error en soneto es como un quiste
que debiera extirparse, por supuesto,
para hacer que el soneto quede enhiesto
y sea siempre alegre y nunca triste.

Por eso, amiga mía así consigo
cumplir con tu propósito y el mío
haciendo del soneto un desafío.

Y con el buen estímulo de amigo,
final a este despiste doy contento.
Ya ves que a tu mandato estuve atento.

Respuesta a teléfono de Mary Carmen Guzmán.

El teléfono ha sonado
y en seguida he contestado.
No te quejarás amiga,
sin piropos, nadie liga.

Tu teléfono ahora me despierta
con la letra perfecta de su tono
que merece ponerla en alto trono
por su excelsa armonía pulcra y cierta.

Me ha servido incluso para alerta
poner a la conciencia de mi crono,
y así con su cadencia multisono
la veda del soneto queda abierta.

No quiero presumir de magisterio,
mas tozudo, me impongo el mudo reto
de escribir estas letras sin misterio.

Ahí llevas de seguido mi soneto,
tal vez su construción no sea perfecta
pues más que linea curva es linea recta.

Y despues del teléfono. el verano. (también de Mary Carmen Guzmán.)

Y después del teléfono, el verano,
¿será que Telefónica se ha puesto
de acuerdo con tu pluma para en esto
sentirse complacida con tu mano?.

Pues hace pocos días que de plano
nos puso su calor de manifiesto,
y ahora llegas tú echando el resto
cantando a ese verano tan ufano.

Mas piensa que si Junio con calores
le otorga a este hemisferio sus favores,
allí donde se encuentra la Argentina
el frío es más bien lo que domina.
el mundo no es con nadie muy sincero,
frío aquí, y allí calor de enero.

Un abrazo: Germinal Sánchez.


Fases



En el ayer de mi olvidada infancia
busqué el candor por el vivir violado
y precoz pubertad que en el pasado
prodigara en exceso su ignorancia.

Absorto estaba en mi pueril estancia,
cuando una voz en grito al otro lado,
pusiera tono a mi doncel estado
con bronco timbre y pertinaz jactancia.

En la cumbre del tiempo, ya dormida,
o en las frondas del valle pubescente,
fui naciente de arroyo y fui ribera.

Y, en el flujo otoñal de mi presente,
vendrá a ser sedimento de mi vida
aquel polvo que el lodo convirtiera.

22-05-2007

Infancia, adolescencia, plenitud y muerte

Tano García Page.

viernes, 4 de mayo de 2007




FRUTA PASADA

Y fue en aquel verano de almibaradas uvas,
de lúbricas penumbras debajo de los sauces,
de pétalos nocturnos y acequias rumorosas,
cuando sentí en mis hombros el peso de lo efímero
y comprendí el silencio
del hombre que se extingue en sus afanes.
Soñar, pedir alturas,
gozar con el contacto de plumas que se elevan,
emulación de nubes, densas águilas,
suspiros, humo azul, inmensidades.
Y el viento que amontona la broza en los rincones,
limpiando la llanura para que nada impida
el grito ilusionado de la crecida hierba,
el viento que transporta naufragios y agonías,
que araña las cortezas de los troncos pausados,
volvió su flecha fría hacia mis sienes
e hirió mi candidez de terciopelo.
En los veranos viejos rezuman viejas bayas
que maduraron soles expertos en declives.
Me las estoy comiendo en este umbral,
ajeno a sus sabores agridulces
y al viento del otoño que endureció sus pieles.

Jerónimo Muñoz