viernes, 4 de mayo de 2007




FRUTA PASADA

Y fue en aquel verano de almibaradas uvas,
de lúbricas penumbras debajo de los sauces,
de pétalos nocturnos y acequias rumorosas,
cuando sentí en mis hombros el peso de lo efímero
y comprendí el silencio
del hombre que se extingue en sus afanes.
Soñar, pedir alturas,
gozar con el contacto de plumas que se elevan,
emulación de nubes, densas águilas,
suspiros, humo azul, inmensidades.
Y el viento que amontona la broza en los rincones,
limpiando la llanura para que nada impida
el grito ilusionado de la crecida hierba,
el viento que transporta naufragios y agonías,
que araña las cortezas de los troncos pausados,
volvió su flecha fría hacia mis sienes
e hirió mi candidez de terciopelo.
En los veranos viejos rezuman viejas bayas
que maduraron soles expertos en declives.
Me las estoy comiendo en este umbral,
ajeno a sus sabores agridulces
y al viento del otoño que endureció sus pieles.

Jerónimo Muñoz

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